Cómo afrontar los suspensos
Normalmente dedicamos este blog a los alumnos que nos leen buscando consejos o información relacionada con el estudio. Pero la entrada de hoy está dedicada a los padres, esos tutores no docentes que están en la base de la educación de todo niño. Esta entrada se centra hoy en hablar y otorgar a los padres una serie de consejos sobre cómo afrontar los suspensos que sus hijos han llevado a casa este verano.
Mi hijo ha suspendido. ¿Y ahora qué hago? Si eres un padre en esta situación, esta entrada te puede ayudar a afrontar los suspensos (o el suspenso). Decidir cómo proceder ante un caso de malas notas no es fácil, pero muchos padres cometen errores que no hacen más que propiciar que la siguiente evaluación o el siguiente curso traiga el mismo resultado. ¿Qué hacer, entonces? Vamos a verlo.
1. Control de la ira. En primer lugar, los padres deben controlar el enfado ante las malas notas, pues “los gritos y la excesiva aspereza no solucionan nada”, sostiene Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología y Pedagogía y profesor de la Facultad de Educación en la Universidad Complutense (Madrid). Pero tampoco es cuestión de mirar para otro lado. “En general, la actitud, además de firme, ha de ser comprensiva y estimulante”, añade. Es decir, debemos afrontar los suspensos sin gritos ni palabras hirientes que puedan hacer mella en el ánimo de los hijos.
2. Exigir responsabilidad. Una vez hemos controlado la oleada de cólera, hay que intentar que los hijos se responsabilicen de sus suspensos y hacerles entender que si han sacado malas notas es porque no han estudiado lo suficiente o nada. Hacerles comprender su nivel de implicación en el problema y que reconozcan su culpa ayudará mucho en el futuro.
3. ¿Se sorprende?. Si los suspensos le han pillado por sorpresa es que usted no ha llevado un control de las notas de sus hijos durante todo el curso, ya que una serie de suspensos siempre están precedidos de malas notas en las evaluaciones, las pruebas y los exámenes a mitad de curso. No hay que escandalizarse al ver el resultado final, sino llevar un control de lo que nuestro hijo aprueba o suspende y hacerse una idea de cuál será el resultado final.
4. Respirar hondo y esperar. Este punto reincide sobre el primero, ya que después de controlar la ira es recomendable esperar y dejar pasar un tiempo (horas o días, según se necesite) para soltar a nuestros hijos el sermón y, además, establecer el castigo que van a sufrir. Carlos Pajuelo, psicopedagogo y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura, opina que “Lo fundamental es que si nota que se le hincha la yugular, a lo mejor tiene que esperar un par de días para hablar con su hijo” y añade: “Debemos hablarle de manera serena. Podemos herir gratuitamente a nuestros hijos y además nos sentiremos mal. Uno tiene que darse un poquito de tiempo. Pueden ser dos días o dos horas”.
5. No otorgar tanta importancia. Un lamentablemente elevado número de padres otorgan a las notas una importancia excesiva, en ocasiones desde que los niños son muy pequeños. Es muy importante que los progenitores recuerden que las notas no dejan de ser un número colocado en un papel que no necesariamente reflejan el rendimiento y la inteligencia de sus hijos, ya que las situaciones que pueden favorecer o no un aprobado son muy diversas. Además, por otra parte, los padres deben recordar que la responsabilidad no es íntegramente de ellos, como se cuerda en el apartado 2. Un padre no es una figura que todo lo puede y que por estar las 24h del día encima de su hijo conseguirá que éste apruebe. No, eso no es así. Hay que relativizar, examinar la situación, analizar la personalidad del niño y buscar soluciones en conjunto sin agobiarnos ni presionar a los niños.
5. Cuidado con los castigos. Es este un tema peliagudo. ¿Cuántos castigos se convierten en penitencias insufribles que acaban mermando el ánimo del niño hasta que éste pierde el interés por estudiar? Demasiados. Psicólogos y educadores de todo el mundo aconsejan encarecidamente medir con precisión las consecuencias que se van a aplicar a los hijos que han traídos suspensos a casa, pero insisten en que buscar castigos y medidas que fastidien, incordien y presionen al niño y le priven de cualquier diversión estival no hará sino aumentar el número de suspensos que veremos en el boletín del año siguiente. Si nuestro hijo ha suspendido, hay que concienciarle de que durante el verano deberá sacrificar parte de su tiempo y de sus planes e invertirlo en horas de estudio. Ahora bien, si se cumplen los horarios y se estudia, también debe haber recompensas. Estudiar no se hace de manera automática, a veces cuesta mucho trabajo, por lo que hay que encontrar un equilibrio entre castigar y recompensar.
Por lo tanto, no deje a su hijo sin vacaciones de verano ni lo recluya en casa. Mejor mantenga la calma y busque una solución conjunta y haga que su hijo comprenda la importancia de estudiar y aprender sin que ello se convierta para él en una obligación tediosa de la que hay que librarse como sea.